miércoles, 31 de agosto de 2011

Somalia se muere de hambre


El problema principal no es que "sean muchos en una zona de sequía", sino la guerra, que aumenta los desplazamientos y la pobreza.
Si bien hasta mediados de julio los telediarios no empezaron a ofrecer reportajes terribles de críos raquíticos que exponían la peor sequía en el Cuerno de África en medio siglo, en agosto del año pasado los sistemas de alerta temprana de las agencias humanitarias (FEWS NET) ya habían anunciado niveles de lluvia insuficientes y para noviembre estaban prediciendo alto y claro lo que ha ocurrido. Los países donantes de Occidente no prestaron atención: supimos durante meses que se cernía el hambre, y no hicimos nada.

La hambruna en el sur de Somalia empujó a más gente a huir hacia Kenia en busca de comida. Las primeras imágenes fueron emitidas desde el campo de refugiados de Dadaab: nos contaban que la repentina y masiva llegada de hambrientos somalíes había hecho que los servicios en el campo se vieran desbordados. La realidad es que el campo de Dadaab llevaba años siendo un gigantesco agujero de desesperanza sin que a casi nadie le preocupara. La vida en los campos del norte de Kenia siempre ha sido dura: en 2009 Human Rights Watch advirtió de que la miseria de los refugiados convertía a Dadaab en un vivero de combatientes para las milicias islámicas. En abril de 2010, tras años de presión por parte de las ONG, el gobierno keniano aceptó ampliar el campo para acoger a 80.000 nuevos refugiados. Dadaab, de hecho una conurbación de campos, fue diseñado para acoger 70.000 refugiados, pero antes de la hambruna ya contaba con 270.000, y cada mes arribaban cinco mil más, escapando no de la sequía, sino de la violencia.

Y como corolario al horror, junto a las fotos de niños agonizantes arreciaron las noticias acerca del robo de alimentos por parte de las milicias de al-Shabaab: los periodistas y los políticos se llevaron las manos a la cabeza escandalizados. Sin embargo todos sabíamos que siempre había sido así: en marzo de 2010 un comité de Naciones Unidas presentó un informe al Consejo de Seguridad denunciando que al menos la mitad de la ayuda alimentaria internacional enviada a Somalia era desviada por una red de contratistas corruptos y milicias islamistas. Aquella noticia no apareció en los medios de comunicación occidentales: nadie hablaba entonces de Somalia.

En mitad de esta tragedia las ONG se desgañitan pidiendo fondos. No es para menos: entre 2008 y 2010 la asistencia humanitaria de Estados Unidos a Somalia disminuyó en un 90%. El Programa Mundial de Alimentos no tiene reservas para dar de comer a las millones de personas afectadas por la hambruna y el recorte en ayuda al desarrollo de los gobiernos occidentales impedirá que muchos proyectos de seguridad alimentaria se lleven a cabo. Y sin embargo, como casi siempre, las organizaciones humanitarias seguimos ejerciendo de enfermeros en lugar de exigir que se ponga fin al conflicto.

El principal problema de Somalia es la violencia, no la sequía. Desde que en 1993 la tan mediática como inhábil intervención militar estadounidense acabó en un fracaso absoluto, el Cuerno de África quedó borrado del radar global y fue abandonado a su suerte de luchas y sufrimiento. La invasión etíope del país, muñida por Estados Unidos en diciembre de 2006, alumbró más de un millón de desplazados y causó miles de muertos, dejando al país aún más enconado y partido. El último informe de Human Rights Watch, de hace dos semanas, denuncia que tanto los insurgentes, como el gobierno y las fuerzas de paz de la AMISOM han cometido crímenes de guerra y están matando a civiles inocentes. En los últimos diez meses los combates han provocado cuatro mil víctimas. Mucho antes de que la hambruna fuera declarada decenas de miles de personas ya estaban huyendo hacia el sur. Como escribió Koffi Annan hablando de la guerra de Bosnia, éste no es un problema con una solución humanitaria.

Durante dos décadas el mundo ha convivido con el descuartizamiento de Somalia sin inmutarse: se han sucedido los Juegos Olímpicos, las intervenciones militares con justificación humanitaria en Irak y en Libia, las Nocheviejas y las crisis financieras, y ahí siguen los somalíes, desangrándose. Cuando vuelvan las lluvias y perdamos de vista a los niños desnutridos, ¿tendremos la desvergüenza de volver a olvidarnos de Somalia?

No sabemos cual de las dos esta mantando más, si la Guerra o

La severa sequía, se está registrando "la peor catástrofe humanitaria", según estimaciones la Agencia de la ONU.         


 ¿Cómo puedes colaborar?

www.canalsolidario.org      ¡Infórmate y actúa!